Su portabilidad así como la tecnología aplicada en estos gadgets hacen de la telefonía móvil un arma de doble filo.
El teléfono, concebido en su origen como un elemento de comunicación verbal entre dos personas, se ha transformado en la herramienta más completa de nuestro siglo. convirtiéndose así en nuestro localizador personal, nuestro cliente de correo, nuestro juguete electrónico, nuestro lector de libros, nuestra agenda personal, nuestra cámara de fotos, nuestro navegador en red y finalmente nuestro comunicador personal. Ya no digo “verbal” porque el texto escrito ha desbancado ya a la clásica llamada personal (que se lo digan a las grandes compañías telefónicas y a sus pérdidas tras la llegada de Whatsapp).
Todas estas comodidades que nos ha brindado el móvil, pueden volverse en nuestra contra en manos de una persona o empresa con malas intenciones.Si empezamos por el peligro que tiene que otras personas tengan acceso a los datos de nuestro teléfono, podríamos poner varios ejemplos que han sucedido estos últimos meses:
En realidad el acceso a nuestros datos privados es un riesgo controlado por el propio usuario que debe tomar una serie de medidas de protección para evitar estas intrusiones, como por ejemplo utilizar claves de acceso complicadas para acceder a su terminal o redes sociales.
Es bien cierto que con el acceso físico al terminal, aparecen otros peligros como el del espionaje nuestras comunicaciones o incluso nuestros archivos privados.La instalación de un software espía en nuestro teléfono mediante la conexión a un ordenador puede hacer que toda nuestra intimidad pase a manos de otra persona. Como ya hemos explicado requiere de un acceso directo y físico del terminal y además se resuelve fácilmente con la instalación de un buen antivirus y una constante actualización de nuestro teléfono.
A pesar de que nuestras llamadas se encuentran protegidas por un sistema de compresión y codificación (norma GSM), existen programas muy avanzados para la protección de las comunicaciones a nivel profesional como son los denominados criptográficos, que codifican la comunicación verbal y de datos (a nivel militar) para que nadie ni nada pueda interceptarlas. El más conocido es el Ghostrider de ITT que debido a su alto precio (unos 1.500$) y a su exclusividad para fuerzas y cuerpos de seguridad, lo deja fuera del alcance de nosotros “los mortales”.
Ha de quedar claro que la interceptación de las comunicaciones, la adquisición de claves sin el consentimiento del propio usuario y el uso de programas espía es ILEGAL salvo en actuaciones autorizadas por un juez o, en muy contados casos, por causas de fuerza mayor.
Lo realmente preocupante, es el creciente ataque sistemático a nuestra intimidad por parte de grandes corporaciones y empresas. Estas venden nuestros datos, nuestros gustos e incluso los lugares que visitamos tanto físicos como virtuales, a terceras personas o empresas para su uso en marketing o publicidad dirigida. Toda esa información comprada, sirve para que se nos envíe publicidad específica según nuestros gustos e incluso, mediante el Gps del terminal o la triangulación de antenas de telefonía, que nos aparezca publicidad según entramos en un establecimiento.
Este es el “espionaje” que debe preocuparnos hoy en día a los ciudadanos de a pie, el uso de nuestra información por parte de esas grandes compañías a las que les ofrecemos nuestros datos voluntariamente.
El caso más reciente, en este sentido, es el de Instagram que ha levantado polvareda con la última actualización de su política empresarial, tras la compra por parte de Facebook. En su nueva política reza que la compañía “poseerá los derechos de todas las fotografías que sus usuarios publiquen” y se “reservará los derechos de comerciar con ellas”. Todo esto no ha hecho más que abrir un nuevo debate sobre la intimidad en la red, el derecho de los usuarios de las redes sociales y lo frágil que es la frontera de lo público y lo privado en internet.
Otro caso por el que un usuario de teléfono móvil debe preocuparse realmente es el del cobro de mensajes de tarificación especial y, en el caso de poseer un Smartphone, por el alta involuntaria en servicios especiales online.La tarificación especial se crea, en un principio, para el cobro de sms en concursos, programas y otros eventos, en el que el usuario, voluntariamente, accede a pagar un poco más para acceder a un sorteo, puja o donación. En la mayoría de casos el usuario, sin quererlo, ha abierto la “caja de pandora” autorizando el cobro periódico de mensajes especiales sin su autorización.
Lo mismo sucede con las altas en servicios online especiales como en juegos electrónicos o apuestas, en los que el usuario se da de alta sin saberlo, autorizando a una compañía online a cobrarle por un servicio que realmente no necesitaba. Normalmente esto sucede clickando en webs en un principio “inocentes” o desde apps gratuitas que, mediante un diseño rebuscado con ventanas emergentes (y mucha mala fe), instan al usuario a entrar en ventanas o aplicaciones que le dan de alta directamente en un servicio de pago.
La solución es sencilla, simplemente hemos de notificar a nuestra compañía telefónica que anule los números de tarificación especial de nuestra línea para impedir que se nos de alta “por error” en estos servicios.
En resumen este es el panorama actual de la seguridad en la telefonía móvil en nuestros días y la continua expansión de esta tecnología nos hace pensar, que en un futuro, los problemas con los que se encontrará el usuario, serán peores si no lo remediamos entre todos ayudados por leyes que nos protejan de este abuso.